Desde los 9 años de edad empecé a sufrir de depresión, tenía muchos conflictos en mi interior, lo peculiar de mi problema es que nadie se daba cuenta de todo lo que yo pasaba, ni cuanto dolor había en mi interior.
Solo yo conocía mi sufrimiento y dolor, nunca demostré para nadie la angustia y el vacío que tenía. En mi trabajo todo era perfecto, cumplía cabalmente con mis tareas y responsabilidades, sonreía para mis compañeros, conversaba con ellos, como si todo estuviera bien, pero al llegar por las noches a mi casa, la tristeza me embargaba, me encerraba en mi cuarto, trataba de dormir, pero no podía, pasaba toda la noche llorando, cansada de cargar con una máscara de “felicidad”, que no existía; llegué al punto de planear mi muerte.
Así llegué a la Iglesia Universal y participando en las reuniones de liberación, mi vida cambió completamente, hoy soy feliz de verdad, tengo ganas de seguir viviendo, el vacío y la angustia ya no están más.
•• Juliana