Una fiesta es una solemnidad que conmemora a personas o a algún hecho importante. Quien va a participar y el organizador de la fiesta, sacrifican comprando ropa o regalos.
En una fiesta, las personas confraternizan, se acercan unas a otras, sonríen o muestran los dientes, pero también hay personas que, aun en una fiesta, están tristes.
Dicen que tiene que haber bebidas, pues una fiesta sin ellas no es una fiesta. Hay fiestas que duran algunos días, algunas horas, pero acaban. ¿Y cuando acaban? Quien estaba mostrando los dientes o aparentando estar feliz se va a su casa y, al llegar, entra en la realidad de su vida, y por eso llora, se deprime. Y aquellos que estaban llorando en la fiesta, al llegar a casa se desesperan. Nada contra las fiestas, pero, en el fondo, la fiesta es una emoción. Hay parejas que entran unidas y salen de allí peleando. Muchas terminan en violencias y muertes. En realidad, las fiestas traen una sensación de bienestar momentánea, o sea, ¡tanto sacrificio para nada!
Jesús, cuando fue a una fiesta, dijo:
En el último y gran día de la fiesta, Jesús Se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Juan 7:37-39
El último día de la fiesta era considerado el día principal, pues era llamado el Gran Día. En este último día, y en este gran día, Jesús, sabiendo que la fiesta iba a terminar y que ellos iban a volver a su casa de la misma manera como habían llegado, y que todo iba a volver a ser normal, Se propuso darles el Espíritu Santo que, en realidad, es un estado de fiesta constante en el interior del ser humano. O sea, es la fiesta de la fe, que no tiene nada que ver con la carne, pues quien tiene el Espíritu Santo no necesita una fiesta para confraternizar con las personas. No necesita ingerir o inyectarse algo en el cuerpo para tener momentos de placer, no necesita una fiesta para ser solidario con los demás, no necesita una fiesta para sonreír, pues la alegría está siempre en su interior.
Quien recibió el Espíritu Santo sabe que aquel día fue el último día de dolor, y es considerado el gran día, pues el gran día no fue el casamiento, ni el día en que el hijo nació, ni el día de la compra de la casa, ni mucho menos el de la compra de un auto, sino que fue el día en que recibió el Espíritu Santo.
En este Ayuno de Daniel, determine que uno de esos 21 días será el último día de su dolor, será su GRAN DÍA, porque ese día el Espíritu Santo entrará en usted, y usted estará en una fiesta constante, la fiesta de la fe.
Por eso vale la pena cualquier sacrificio. Y cuando esas señales sucedan, puede hacer lo que la ocasión le pida, ¡¡¡porque Dios está con usted!!!
¡Dios los bendiga mucho más!