Era un hombre muy violento por causa del vicio del alcohol, un día estuve a punto de ahorcar a mi esposa debido a los problemas económicos que estábamos teniendo.
Vivíamos de apariencias. El tiempo pasó y comenzamos a creer que estábamos siendo víctimas de un mal espiritual, por eso decidimos mudarnos de ciudad, pero nada cambió.
No teníamos dinero para pagar absolutamente nada, pero para el vicio tenía; no para mantener a mis hijos.
Era una situación humillante, ya no sabía qué más hacer porque estaba perdiéndolo todo.
Mi vida empezó a cambiar en el momento que recibí una invitación por parte de mi cuñada para ir a la Iglesia Universal, donde me orientaron a participar en el Congreso para el Progreso, eso fue una luz de esperanza en mi vida. Entendí que sólo un Pacto con la Palabra de Quien no falla me podría dar un nuevo inicio; empecé a ver los resultados. Mi vida nanciera hoy está bendecida, tengo mi empresa, carros, casa propia, incluso fui liberado del vicio y disfruto en compañía de mi familia esa abundancia.