Cuando estaba soltera, yo solía pasar parte de mis vacaciones en la ciudad del interior del estado, donde mi padre vivía. La población en aquella época no pasaba de 13 mil personas, y todo el mundo conocía a casi todo el mundo. Claro que cuando algo diferente sucedía, rápidamente la noticia se esparcía, y tanto las buenas como las malas noticias inmediatamente se convertían en dominio público.
Lo que quedó grabado en mi memoria (ya paso de los 40 chicas) es que cuando la noticia llegaba, para identificar claramente al protagonista de aquella situación, lo que más me llamaba la atención era el hijo de quién era esa persona:
– ¿Quién golpeó el coche? Fue Fernando, hijo de Pedro, el de la panadería…Todos nosotros deberíamos tener bien claro esa realidad delante que cada actitud que tomamos – representamos y siempre estaremos conectados a alguien, y por más que muchos digan “ser el único responsable por los propios actos”, nunca dejaremos de ser hijos de… el padre de …, la madre de… la esposa de…
Si sucede un error/problema, por más que usted como madre nunca se imaginó pasando por semejante situación, no se deje llevar por la tentación de querer aliviar la situación. Muchos padres intentan hacer uso de la influencia, de amigos, de soborno, amenazas, para esfumar el caso… y acaban cauterizando la conciencia de los hijos. Impidiendo que sufran las consecuencias de sus errores, ellos también serán privados de que desarrollen un carácter justo.
Jesús, el Hijo de Dios, nunca abusó de su condición para atenuar sus momentos más difíciles aquí en la Tierra; ni el Padre, para evitar el dolor y la vergüenza de la cruz.
Él no era ese tipo de persona llamada “Hijo de papá”, y sí “mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo también”.