Desde pequeña sufría de depresión; siempre peleaba con mi familia, pues mi vida estaba llena de odio y rencor.
Mi vida era un infierno y no sabía qué más hacer con todo este dolor y aflicciones que estaba sintiendo. Esto me llevó a pensar que el suicidio era la única solución para terminar con todo mi sufrimiento, incluso hasta lo intenté en tres ocasiones: dos veces cortándome las venas y la tercera vez con una sobredosis de droga.
Mi situación cambió en el momento que fui invitada a la Iglesia Universal. Ahí aprendí a confiar en Dios y a usar mi fe para obtener resultados positivos en mi vida. Perseverando en la fe, aprendí que el Espíritu Santo era lo que necesitaba en mi vida. Así fue como lo busqué y encontré.
Hoy vencí la depresión y los deseos de quitarme la vida, mi relación con mis familiares mejoró, ahora hay respeto y amor.
•• Lisette Vargas