“Pensaba que la única solución para mis problemas era el suicidio… Dios pudo terminar con todo ese sufrimiento”.
Cuando despertaba tenía moretones en el cuerpo, vomitaba sangre, por esto iba a los brujos y usaba los amuletos que ellos me daban.
Cargaba dentro de mí un vacío, ya que nunca tuve el afecto de mi padre, llevaba una vida promiscua en busca de ese afecto, pero no lo obtuve, al contrario, me sentía más vacía, además sufría con pesadillas.
Era marginada, nadie daba un centavo por mí y eso me hizo crecer con odio y rencor ; guardaba en mi corazón el deseo de vengarme de todos.
Intenté suicidarme varias veces bebiendo insecticida, lanzándome frente a un carro y también tomé un frasco de pastillas.
A raíz de todos los fracasos me sumergí en el alcohol. Peleaba con todos y “no me dejaba de nadie”.
Cuando llegué a la Iglesia Universal, en primer lugar fui curada, luego empecé mi proceso de liberación, entendí que mis fracasos no se debían a la buena o mala suerte sino al hecho de que aún creyendo en Dios había decidido vivir a mi manera.
Participando los días viernes en la cadena de Liberación todo los males que habían en mí salieron.
Fue una lucha, pero al final conseguí la paz verdadera. Hoy soy una mujer plena y feliz, segura, tengo paz y principalmente dependo de Dios. El equilibrio interior que ahora tengo vino cuando finalmente fui bautizada con el Espíritu Santo, gracias a Dios.
•• Sra. Juana Torres