Sufrió durante 30 años con bronquitis asmática. A pesar de que los médicos le dijeron que la enfermedad pasaría a los 7 años, ésta, con el paso del tiempo, empeoraba cada vez más, sufriendo crisis cada vez más graves. Varias veces ingresó de urgencias en el hospital.
Ante esta situación, era rechazada por su padre, quien no la reconocía como hija; lo que la hacía sentirse como la “oveja negra” de la familia. Para huir de esa situación optó por casarse pero fue un fracaso más, pues su ex marido, la agredía con violencia llegando al punto de atacarla con cuchillos. Para agravar su situación, su casa fue destruida por una explosión, quedando Rosa con gran parte de su cuerpo quemado. Los médicos le dijeron que quedaría inválida, no podría trabajar más y dependería, para siempre, de terceras personas.
Su marido le confesó que no iba a poder vivir con una persona “inválida”, ya que limitaría su vida para siempre y, por eso, la abandonó con un hijo a su cargo.
REENCONTRAR LA VIDA
La misma enfermedad de la que todavía era víctima, la tenía ahora su hijo: Bronquitis asmática crónica. Sin condiciones económicas, enferma y sola, pensó que la única solución era la muerte. Varias veces llegó al extremo de tomar pastillas para quitarse la vida pero, ¿cómo podría partir y dejar a su único hijo solo? Lo ideal, entonces, sería que murieran ambos…
Ante este cuadro de sucesivos dolores y sufrimientos se volvió casi loca, no se reconocía, no sabía dónde estaba, ni qué hacer. Psicólogos y psiquiatras no conseguían hacerla superar el dolor que la consumía. Fue de esta manera que, llevada por una tía, participó de un encuentro en la Iglesia Universal. El cambio empezó a suceder, exactamente a partir de aquel momento. A medida que se entregaba a Dios fue librándose de los traumas, del desequilibrio emocional y de todas las enfermedades. Hoy trabaja, no sufre más de bronquitis asmática ni de ningún tipo de enfermedad y su cuerpo fue totalmente restaurado.