La mayor señal de la manifestación del infierno en la vida del ser humano es la injusticia. Donde hay injusticia, hay un demonio. Es el peor dolor que un ser humano puede sentir.
La injusticia es un espíritu: mata al que cometió la injusticia y le quita la vida a la víctima de la injusticia.
Así como la base del trono de Dios es la justicia, la base del trono del diablo es la injusticia. Por eso, el Espíritu Santo, por medio de Pablo, dice:
¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Romanos 9:14
No se vence a un espíritu de injusticia con cualquier arma. Pero, el Señor Jesús nos muestra cuál es el arma que debemos usar, en el pasaje de la viuda que tenía una causa a ser juzgada. El único problema era que el juez que juzgaría su causa era injusto. Aun así, la justicia fue hecha a causa de su perseverancia.
Si un juez injusto atendió a la viuda, imagínese Dios que es el Justo Juez.
El espíritu de injusticia solo es desterrado con la manifestación de la fe. ¡Sin la práctica de la fe, no hay justicia!
Es bueno recordar que, en el caso de la viuda, ella no tenía abogado. Hoy, para los que son víctima de injusticia, de una forma general, está el Señor Jesús como Abogado, que no pierde ninguna causa. Y Dios, como Justo Juez, que no tarda en hacer justicia.
¡Que Dios los bendiga!