Preferir una persona a otra es una realidad en todas las relaciones humanas – básicamente ese el coeficiente común a la que llegaron los estudiosos del comportamiento humano y psicólogo, de varios lugares del planeta.
Usted puede pensar – ¡eso no es novedad! – pero la polémica que el asunto generó fue justamente cuando los hijos también hacen parte de esta “ciencia de las preferencias”, muchas veces hasta inconscientemente, y de lo que eso provocará a lo largo de sus vidas.
Claro que para los padres confesar que prefieren a uno de sus descendentes más que a otro, sería necesario sesiones de tortura, y muchos negarían hasta la muerte. Pero, entre hermanos, el asunto es ampliamente discutido, y generalmente sale a flote en las crisis familiares, cuando el celo y la frustración del hijo que se siente rechazado ya llegó a un límite insoportable, y el relacionamiento entre los hermanos queda marcado por toda la vida.
Y tenemos que admitir – los niños pueden llegar a actos de crueldad cuando quieren, creo que la mayoría de nosotros ya pasamos por la fase de pensar que éramos adoptados – ¡me acuerdo de eso! – ¡y mis hermanos me atormentaban con eso!
Regresando al por qué existe ese favoritismo, los científicos encontraron algunos factores en común que pueden explicar lo que nadie reconoce: orden de nacimiento, belleza, fuerza, inteligencia, son algunos de los puntos en común que los “preferidos” poseen.
Pero, en mi humilde opinión, la explicación más interesante es que eso acontece cuando los padres encuentran sus propias características en los hijos del sexo opuesto – por ejemplo: el padre encuentra en la hija una personalidad de liderazgo e inteligencia, mientras la madre ve en el hijo a alguien fiel, trabajador y educado.
Ahora, usted, que siempre se sintió el “patito feo” de la casa, no siempre eso es una desventaja. Esos niños serán más independientes y eficientes, si logran vencer sus complejos y sentimientos, mientras que los favoritos pueden crecer pensando que no habrá para ellos dificultades en la vida, y con la sensación que pueden tener lo que quisieran, cuando quisieran, sin medir las consecuencias negativas de su comportamiento.
Y al final, quien termina por hacerse favorito, elegido y amado será siempre la propia persona, independiente del medio en el que vivió o del camino que recorrió.
Claro que, como padres, podemos evitar muchos traumas y heridas en ese transcurso.