“¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha. Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo el Señor. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”. Jeremías 2: 11-13
Dios es la fuente de agua viva, una fuente que nunca cesa, sin embargo, muchos cambian a Dios por otras personas, situaciones o cosas.
¿Cuántas personas dicen creer en Dios, sin embargo, acuden a la brujería como opción? ¿Cuántas personas afirman ser fieles a Dios, pero viven en pecado? Es decir, cambian a Dios por cosas que un día perecerán en este mundo.
Por increíble que parezca, la gente no deja de ser hincha de un equipo para volverse fanáticas de otro, no le deja de gustar una comida o una canción favorita, como tampoco su estilo de vestir. El ser humano una vez que abraza su gusto por algo nunca más lo suelta, sin embargo, cambian a Dios por algo o alguien con mucha facilidad.
Colocar la religión, el dinero, el pecado o el conocimiento por encima de Dios ha sido el mayor tropiezo de muchos.
Entienda, la decisión de abandonar a Dios ha hecho que muchos se sientan solos, consecuentemente no consiguen progresar en ningún aspecto de sus vidas.
Ser fiel a Dios y colocarlo en primer lugar en su vida, no es un juego, se trata de un compromiso serio que no puede ser quebrado.