“Cris, mi mamá me dice que la creyente no debe usar pantalones, ni blusas sin mangas aunque sea con tiradores, ni aros, collares, pulseras o esmaltes oscuros. Sin embargo, yo veo que usas todas esas cosas modernas y no creo que esté mal…Además, a mi esposo le gusta que yo use este tipo de cosas y me dice que no tiene nada que ver, pero yo me siento mal a causa de lo que mi mamá dice”.
Queridas, hoy quiero usar el comentario que recibí esta semana para ayudar a esta lectora como a todas las que tienen el mismo dilema…¿Qué es lo que una mujer cristiana puede y no puede usar?
Primero, yo no me considero una creyente porque ese término adquirió una connotación muy negativa en las últimas décadas. Muchas personas asocian ser creyente con ser intolerante, infelizmente. Creo que es por eso que existen tantos malentendidos con la Palabra de Dios -unos llevan todo al pie de la letra, otros complican todo y otros elijen lo que les sirve o no de ella-. No obstante, yo prefiero aceptarla al 100% y usar mi inteligencia para entender lo que me quiere decir.
La Biblia habla del asunto de la vestimenta pocas veces y dentro de un contexto muy diferente al de los días actuales…miren una de las primeras:
“No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Señor tu Dios cualquiera que esto hace”. (Deuteronomio 22:5)
¿Por qué creen ustedes que Dios dejó esa orientación, a través de Moisés, al pueblo de Israel?
Vayamos al contexto: el pueblo había sido esclavizado durante 400 años, algo que lo llevó a perder toda la identidad original que Abraham, Isaac y Jacob, sus antepasados, habían adquirido. La esclavitud se mezcló con la estructura de un pueblo y, por eso, Dios tuvo que ayudarlo a volver a los valores y principios antiguos.
La mujer que se viste como un hombre deja de ser ella y también pierde su identidad original. Cada vez que una persona pierde su identidad, ella se transforma en esclava de los demás.
En aquella época, los hombres usaban “polleras” de la misma manera que las mujeres. Pero, sus polleras eran polleras masculinas. Lo mismo sucede hoy. Los hombres usan pantalones al igual que las mujeres, solo que sus pantalones son masculinos. Hay países, hoy en día, en los que los hombres usan pollera y no es por eso que dejan de ser hombres o pierden su identidad; pues en ese lugar, esa es la cultura. En la cultura brasilera, si un hombre usa pollera significa que está perdiendo su identidad original.
En otro pasaje, ya en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo le escribe a Timoteo dándole la siguiente orientación para la Iglesia:
“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos…” (1 Timoteo 2:9)
Veamos el contexto de como se vestían las mujeres en esa época antes de llevar este versículo al pie de la letra:
Infelizmente, en esa época muchas mujeres no tenían otra elección de supervivencia que no sea la prostitución. Ellas no podían trabajar y como no tenían ningún derecho, eran desvalorizadas cuando sus maridos se separaban de ellas o no conseguían casarse con alguien. Entonces, para llamar la atención de los hombres, usaban peinados elaborados, muchos accesorios y vestidos preciosos.
Si el apóstol Pablo viviera en nuestra época, él citaría el tipo de ropa que las mujeres usan en los días actuales para llamar la atención masculina:
Minifaldas
Escote para mostrar los pechos.
Espalda descubierta.
Pantalones ajustados al cuerpo.
Bombacha hilo dental.
La panza descubierta.
Y algunas otras.
En otro versículo, Pedro también habla sobre la vestimenta de la mujer:
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos…” (1 Pedro 3:3)
Es decir, ese atavío no era el de la mujer de Dios sino el de las mujeres “de la vida”. Hoy, esos atavíos, no son los más usados para llamar la atención masculina, aunque hoy, cuánto menos ropa usan, más atención consiguen las mujeres.
Nuestro atavío está en la continuación de este versículo:
“…sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos;” (1 Pedro 3:4-5)
Esa es la belleza interior, la que no tiene que acabarse a través de los años; al contrario, solo aumenta en la vida de aquellas personas que invierten en ella.
¿Eso quiere decir que no debemos cuidar de nuestro exterior? No, al contrario. Quién tiene esa belleza interior, resplandece la alegría, la paz, la mansedumbre y serenidad a través de su exterior también y tiene placer en cuidarse porque se ama.
Por otro lado, no es pecado estar a la moda desde que no sea para llamar el tipo de atención equivocada. Existen algunas modas que yo opté por no usar, que no llaman la atención equivocada; pero que hablan de lo que yo no quiero hablar. Queda para un futuro post. *:) feliz