La gente brasileña es mundialmente conocido como un pueblo alegre, creativo y capaz de generar soluciones practicas para los problemas. Claro que esa última característica se extiende a mucho más que simplemente buscar agilizar la burocracia, optimizar el tiempo y las relaciones comerciales y sociales, y si, está asociada a la famosa “manera brasileña”, en que, para lograr lo que se desea, vale romper las reglas y hasta cometer hechos ilícitos.
Eso fue retractado hasta mismo en los cinemas cuando, en los años de 1940, Brasil ganó representatividad internacional con el personaje “Zé Carioca”. El famoso loro brasileño, con su forma típica tramposa, encontraba solución para todo, y así se salía de los apuros.
Esa “inteligencia” brasileña es muy conocida y fue tomando raíces por años en nuestra cultura, por lo que ha llegado a ser aceptada ampliamente para lograr beneficios personales.
Por ejemplo, hay personas que, sin ninguna vergüenza, estacionan su coche en los lugares demarcados para personas con discapacidad o ancianos, no respetan las colas, compran certificados médicos para engañar su jefe, pagan propina para hacer estudios más rápidamente, engañan al dar el cambio, dan propina para quedaren libres de multas, se llevan materiales de la empresa como, bolígrafos, papel de copia, jabón, papel higiénico etc.
Sin hablar de las millones de trampas hechas para robar electricidad, agua, internet, señal de TV por cable etc. Vea que, para todo, el brasileño es capaz de encontrar una manera de engañar.
El problema es que esa habilidad, que empieza en la infancia y normalmente adentro de la casa, se va refinando hasta se tornar en crimen más adelante. Por esa razón, tenemos tantos ladrones de cuello blanco que roban el pan de la mesa de los más débiles; vemos el derecho de un enfermo de ser atendido dignamente en hospitales públicos ser ignorado; la escuela y la merienda de los niños defraudadas etc. Y no solo eso: ¿cuántas personas que engañan, mienten y hacen de todo para llevar ventaja, piensan que jamás sufrirán alguna penalidad? Muchas están acostumbradas a la idea de que para subir en la vida, vale todo.
Frente a eso, ¡que incoherencia clamar por políticos honestos, si la falta de honestidad corre suelta en el día a día de la gran mayoría! ¡Que contradicción exigir la verdad de otros, cuando “mentiritas” son contadas todo el tiempo para librarse de problemas!
Así que, los escándalos que tanto nos avergüenzan tienen raíces en pequeñas acciones equivocadas, permitidas e incentivadas, en nombre de la sagacidad.
De esa manera, el problema no está en el político que antes estaba o en aquel que aún vendrá, mucho menos en los partidos políticos. El problema está en toda la nación, pues la “materia-prima humana”, o sea, las autoridades que constituyen nuestros tres poderes están enfermos moralmente.
Queda muy claro que nuestra necesidad urgente es de integridad. Hombres y mujeres que hagan lo que es correcto como algo natural y constante. Personas que sean correctas no apenas cuando alguien les está viendo, pero cuando nadie está cerca, pues lo que las motiva internamente es su carácter y no la mirada ajena.
Así que, basta de echar la culpa en terceros. Tenemos derechos como ciudadanos, pero también deberes, y necesitamos asumirlos antes que no haya nada más que hacer por nuestro País.
Individualmente huya de todo lo que rompe la ley, es ilegal o inmoral, para no traer más daños a la nación. Por ejemplo, aunque usted sea una persona que venga a perjudicarse por no hacer parte del juego sucio de las propinas, elija lo correcto y deje el resto en las manos de Dios. Pues las consecuencias por el bien que practicamos, siempre vendrán, de la misma manera que vendrán también por las malas actitudes.
Para terminar, dejo como reflexión el siguiente pensamiento y me gustaría saber su opinión: ¿Somos el reflejo de nuestros gobernantes, o son ellos el reflejo de nosotros mismos, quienes los colocamos en el poder?
Un beso y hasta la próxima semana.