Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás? Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia ti.” (2 Crónicas 20:12).
Como el versículo citado anteriormente, así se encuentran muchos hoy en día, viven atribulados por los problemas que están pasando intentando de muchas maneras solucionarlo y al no encontrar una salida se desesperan. Sin embargo se olvidan de Dios y no buscan en Él la dirección para la solución del problema.
¿Cuántos viven arrastrándose con problemas imposibles de resolver?
Josafat se encontraba delante de enemigos crueles, que ya estaban llegando para destruirlo todo. En un primer momento, su reacción fue natural: tuvo miedo.
Pero, inmediatamente, la fe venció al miedo, ¿cómo aceptar esa situación si él respondía a las exigencias de la fe? Era un hombre recto, su consciencia estaba en paz, pues no vivía en pecado. Josafat convocó a todos a ayunar y, cuando estaba orando, confesó que no sabía qué hacer, ciertamente se refería a la desigualdad de esa batalla física.
En ese momento, el Espíritu de Dios vino para poner fin a toda duda, trayendo la palabra que hizo que todos fuesen como un solo hombre.
“Y dijo: Prestad atención, todo Judá, habitantes de Jerusalén y tú, rey Josafat: así os dice el SEÑOR: “No temáis, ni os acobardéis delante de esta gran multitud, porque la batalla no es vuestra, sino de Dios.” (2 Crónicas 20:15)
Allí estaba la respuesta, pues si somos de Dios, si obedecemos a Su Palabra, si estamos atentos a la voz del Altar, nuestras luchas pasan a ser las de Él.
Es muy glorioso servir a Dios, pues Él siempre hace más de lo que nuestros pensamientos o planes puedan imaginar.
“Se levantaron muy de mañana y salieron al desierto de Tecoa; y cuando salían, Josafat se puso en pie y dijo: Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén, confiad en el SEÑOR vuestro Dios, y estaréis seguros. Confiad en sus profetas y triunfaréis.” (2 Crónicas 20:15)
¿Cuántas son las personas que toman decisiones precipitadas por no saber que la situación no era exactamente como se estaba pensando? Delante de aquellos pensamientos que vienen a su mente: “no puedo, no tengo las condiciones físicas ni económicas para vencer esta batalla, estoy muy cansada a causa de las cosas que me están pasando, no tengo fuerzas”. Josafat no titubeó y se dispuso a buscar ayuda de lo Alto. La respuesta de Dios a Josafat es la misma que Él les da a los que Lo buscan hoy, en reacción al terror de la amenaza: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios” (2 Crónicas 20:15).
No importa el tamaño de la amenaza, nuestro Dios es infinitamente mayor. Y Él va adelante en esta batalla, para darle el libramiento.