¡A y del que contiende con su Hacedor, el tiesto entre los tiestos de tierra! ¿Dirá el barro al alfarero: “Qué haces”?¿O tu obra dirá: “El no tiene manos”? ” (Isaías 45:9)
Existen personas dentro y fuera de la Iglesia que murmuran, reclaman y debaten, en contra las cosas que vienen de Dios, es decir, nada de lo que dicen los hombres de Dios, está bien, ellas quieren hacer las cosas a su manera y obtener las bendiciones de Dios.
Un ejemplo de héroe de la fe que no miró ni dio oídos para nada de lo que acontecía y obedeció la voz de Dios fue Abraham, cuando Dios pidió que sacrificara aquello que él más quería, su único hijo, al que tanto amaba, Isaac.
“Entonces Abraham volvió a sus mozos, y se levantaron y fueron juntos a Beerseba. Y habitó Abraham en Beerseba” (Génesis 22:19)
Cuando Abraham presentó aquello que Dios le pidió, él descansó y dentro de él había una paz.
Lo mismo sucede hoy en día, innumerable son las personas que quieren salir del fondo del pozo en el que se encuentran, sin embargo, no están dispuestas a sacrificar aquello que el propio Dios les está pidiendo.
Tal vez usted se preguntará: “¿por qué Dios quiere que SACRIFIQUEMOS?” Cuando sacrificamos nosotros expresamos nuestro desapego por las cosas materiales, para que, así, ¡Él nos pueda dar TODO! ¿Jesús prometió algunas cosas o todo? ¡Él prometió TODO! Pero, para que Él nos pueda dar todo, tenemos que desapegarnos de todo. ¡Es todo por TODO, toma allí y da aquí!
Nadie es obligado a hacer nada, pero aquellos que creen en lo que está escrito y depositan su vida en el Altar a través de un sacrificio, estos tienen una seguridad de que Dios está con ellos y consecuentemente obtendrán la transformación de vida.
“Y aconteció después de estas cosas, que le dieron noticia a Abraham” (Génesis 22:20)