Entonces los hombres se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos para despedirlos. Y el Señor dijo: ¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer, puesto que ciertamente Abraham llegará a ser una nación grande y poderosa, y en él serán benditas todas las naciones de la tierra? Porque yo lo he escogido para que mande a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio, para que el Señor cumpla en Abraham todo lo que Él ha dicho acerca de él.” (Génesis 16:19)
Aunque nacimos en pecado y esa es nuestra tendencia, al nacer de Cristo somos nuevas criaturas y el pecado pierde el control de nuestras vidas. Por lo tanto, la persona que se denomina cristiana no puede vivir en pecado, sino que su vida debe demostrar que ahora tiene una nueva dirección, no de pecado sino de justicia.
La Escritura dice que Abraham fue justificado por Dios porque tenía la Fe suficiente para creer en Él y obedecerle. Eso es lo que Dios espera de nosotros. La Fe es el camino a Dios. Abraham sabía que para que Dios lo siga bendiciendo él tenía que hacer un sacrificio en el Altar de Dios, por ello, él no negó su único hijo, el que tanto amaba; lo presentó en sacrificio vivo, mostrándole a Dios que no había nada más importante que Él.
Muchas son las personas que antes de venir a la iglesia, no tenían absolutamente nada y a través de las conferencias y charlas pudieron abrir su mente y comenzaron a conquistar bienes materiales, pero algunos, en el transcurso del camino dejaron de vivir en la fe y comenzaron a pensar que era una pérdida de tiempo seguir invirtiendo en su vida, consecuentemente dejaron de participar de las reuniones y se apartaron de Dios, consecuentemente dejaron de andar en el camino de la justicia para vivir la vida a su manera.
Nadie está predestinado a ser justo. La oportunidad es dada a todos. La persona forma parte de aquellos que son justos cuando ellos se tornan obedientes y fieles a Dios.
Y cuando hablamos de justicia, nos referimos a la fe práctica, sin religiosidad, pues es ella, la que nos puede justificar, acercarnos a Dios, estamos en contacto con Él, podemos oír Su voz y no la voz del mal.