¿Quién no quisiera tener una alegría completa? ¡Todos!, y eso es posible a partir del momento en que el Espíritu Santo entra en su vida.
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.” Juan 16: 24-25
El tiempo está pasando y muchos no han recibido el Espíritu Santo, debido a que aún no entendieron Su importancia, por eso, han invertido todas sus fuerzas en buscar apenas la bendición económica, en la salud, en la familia, etc., y a veces reciben aquello, pero continúan sintiéndose tristes y vacías, lo que termina siendo frustrante.
“En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios… Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?” Juan 16: 26-31
La gran dificultad de muchos ha sido, creer, pues a pesar de haber visto vidas transformadas y muchos milagros, eso parece no ser suficiente para que crean que sólo Dios puede transformar sus vidas, en la cual el vacío y la tristeza no tendrán lugar. “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16: 33
¡Si Jesús venció usted también lo puede hacer! Usted no puede seguir más así, usted necesita recibir el Espíritu Santo y con Él la alegría completa.
Nadie creía en mí
Llegué a la Iglesia en la adolescencia, mi mamá, que había sido curada a través de la fe me trajo, en aquel tiempo fui liberado de la rebeldía y de los problemas que existían con mis hermanos, todo iba bien hasta que descuidé mi vida espiritual, dejé de orar, de ayunar y de leer la biblia, luego dejé de frecuentar la Iglesia; comencé a mentir, buscaba alegría en estas, malas amistades y probé la marihuana.
Aparentaba ser feliz, pero yo sabía que en realidad estaba vacío. Por orgullo no reconocía que estaba sufriendo y que todo lo que necesitaba era buscar a Dios, pero no tenía fuerzas para eso.
Fátima, quien ahora es mi esposa, en aquel tiempo me invitó a la Iglesia y me ayudó espiritualmente; ella junto a su familia ya habían vencido todos sus problemas económicos, de salud, familiares y espirituales.
No fue fácil, pero un día decidí tomar las cosas de Dios en serio, fui liberado, comencé a obedecer la Palabra de Dios y consecuentemente recibí el Espíritu Santo. Hoy estoy felizmente casado, mi familia es una bendición y Dios nos ha dado la vida abundante que nos prometió.
“Hoy tenemos una familia totalmente transformada. Dios ha bendecido cada área de nuestras vidas»
•• José Mora y Fátima