¡Buen día, obispo!
Soy Janiere Freitas, obrera de la región de Brasilia.
Me gustaría hablar un poquito de la alegría de ir al Templo de Salomón. Desde el día que comenzó la construcción del Templo, vengo contribuyendo con mis ofrendas, poniendo un ladrillito en esta gran construcción que, mucho más que física, es espiritual – pensando tan solamente en el día en que entraré en él para reverenciar a mi Dios.
Obispo, parece que fue ayer, cuatro años pasaron rapidito, y cuando el pastor de mi iglesia me hizo la invitación para que yo esté en este santo lugar, el día 20 de julio, no me contuve de la alegría, mantuve la calma y respondí: "Sí pastor, yo sí voy". Pero mis ganas eran de saltar de alegría, sin embargo soy una mujer discreta, reservada, siempre hablé bajo, no me gustan el ruido, el alboroto, soy una persona simple, a quien le gusta a todo momento, a toda hora, oír la voz del "Espíritu Santo" y, para eso, necesito silencio, concentración.
El día 13 de julio se cumplirán 25 años que conocí a mi Dios en la Universal. Entonces, mi viaje al Templo marcará este año. Fueron años de muchas luchas, muchas lágrimas, sin embargo conservé mi fe, me mantuve independiente de todo, fiel a mi Señor. Y estar en el Templo será una forma de agradecerle a usted, en un lugar especial, debido a su fuerza y sabiduría para permanecer en esta fe, de fe en fe, año tras año.
Obispo, cuando usted dice que los hombres y las mujeres de Dios son formados en el desierto, esa palabra arde en mi pecho, pues realmente el desierto es una escuela que nos fortalece. Es en el desierto, cuando pasamos por nuestras luchas interiores, que somos aprobados por Dios.
Está todo listo: pasaje, uniforme nuevo, zapatos nuevos, que serán usados exclusivamente ese día; estoy solo consagrándome, santificándome para reverenciar a mi Señor, que es Digno de toda honra y gloria.
Sé que millares de palabras no serían suficientes para expresar la alegría que existe en mí por saber que viviré esta experiencia única. ¡Será una honra! Soy privilegiada, una escogida por Dios, soy la más rica de todas las mujeres. Duermo, me despierto, desayuno, almuerzo, ceno y duermo nuevamente pensando en este día. ¡Ah, qué día será!
El Ayuno de Jesús será una santificación para este día. No quiero entrar en el Templo de Dios de cualquier manera, por eso ya estoy preparándome para el ayuno, entregando el ayuno y yendo al Templo. ¡Qué maravilla! Ese día quiero estar en posición de Sacerdote Real del Sumo Sacerdote.
¡Un abrazo, obispo!
Mas yo por la abundancia de Tu misericordia entraré en Tu casa; adoraré hacia Tu Santo Templo… Salmos 5:7