Desde que tengo uso de razón, tengo el hábito de observar.
En mi infancia, observaba a mis padres y cómo ellos se amaban y se trataban, lo que ellos priorizaban en la vida y cómo vivían lo que predicaban, Eran felices, tenían paz y vivir en nuestro hogar era un placer.
Durante mi adolescencia, observaba a las chicas de la escuela, cómo se vestían de forma un tanto vulgar y conseguían lo que querían – llamar la atención de los muchachos. Ellas vivían cambiando de novio y siendo cambiadas también. Les gustaba beber, fumar e ir a bares (o clubs nocturnos). Pero el lunes, llegaban los rumores en la escuela… el papelón que algunas habían hecho después de embriagarse, quien tuvo sexo con quien, etc. Ellas eran infelices, estaban deprimidas, no había harmonía en casa y hacían de todo para llamar la atención de sus padres, aunque fuera de forma equivocada.
Al observar la conducta de las personas a mi alrededor, fue relativamente fácil llegar a la conclusión de qué sería bueno y lo que sería malo para mí. ¡Era obvio! ¿Cerebro para qué te quiero?
Fue por eso que, desde muy joven, decidí que me casaría con mi primer novio. No quería ser una joven más que pasaría por las manos de varios hombres. Fue por eso que nunca fui a bares, clubs nocturnos, trasnochadas o probar un cigarrillo. Yo, eh… nunca soy un “entretenimiento” como dicen normalmente!
Admito que fui una joven privilegiada por haber tenido buenos referentes, pero eso no es suficiente para hacer las elecciones correctas en la vida. Ayer, en la conferencia “Transformación Total de Padres e Hijos”, tuvimos el testimonio de una joven de 16 años que nunca tuve referente de padres en casa y no por eso se transformó en una rebelde. Por otro lado, muchos jóvenes crecen en un hogar ejemplar, y aun así se dejan llevar por la vida loca… salen escondidos de sus padres para ir a los bailes, estar, beber, fumar y aspirar con gente extraña.
No son pocos los que hacen eso. Mi propio hijo anduvo por ese camino por un buen tiempo, al punto de dormir en la calle. Se relacionó con gangsters, robó, fumó, usó armas robadas, se embriagó, huyó de la policía, aspiró, cambio de novia no sé cuántas veces. Eso porque Renato y yo fuimos atentos con él…
Pero cuando la persona decide no verlo, ya está. No sirve de nada hablar porque nada la convence. Ella no quiere ver, ella no quiere pensar, solo quiere intentar, experimentar, después entonces ella lidia con las consecuencias.
Está de moda ser una inconsecuente. El lema de mucha gente es:
Mañana lidias con eso, no te preocupes.
Esa, a mi parecer, es la mayor dificultad del ser humano: entender que todo en la vida tiene consecuencias. Si plantas lo que está mal, cosechas lo que está mal. Si no piensas en el mañana, tu mañana no será lo que querías que fuese. Si no quieres ver, vas a tropezar y, probablemente, lastimarte.
¿Estás saliendo con alguien a escondida de tus padres? La consecuencia es que, por lo menos, ellos no van a confiar más en ti, y tu novio no va a respetarte, él sabe que puede faltarle el respeto a tus padres.
¿Estás saliendo con un hombre casado? La consecuencia es que, como mínimo, él nunca será fiel a ti, ya que no lo está siendo con su propia esposa.
¿Estás durmiendo con tu novio? La consecuencia es que, al menos, él no va a valorarte más, lo que quería de ti ya lo consiguió.
¿Estás traicionando o mintiendo? La consecuencia es que, como mínimo, será difícil confiar en ti de nuevo.
Así como el sol aparece todas las mañanas, aún detrás de las nubes, así las consecuencias también aparecen…
Sé sabia, toma decisiones que van a traerte las consecuencias que quieres y no las decisiones que traerán aquellas consecuencias que no quieres.