Conforme enseñamos continuamente, la mujer sabia edifica su casa (Proverbios 14.1) Lo que es una tarea honrosa, dada por el propio Dios, para dirigir los hogares con amor, talento y disposición. Por eso, es necesario mantener una comunicación sincera con Él, para que el ambiente del hogar sea tranquilo, armonioso, saludable y feliz.
Respetar al marido, ser cariñosa, dedicada, estar lista en cualquier situación a ser enfrentada junto a él hace parte de la vida de una mujer. Además de eso, otra tarea de extrema responsabilidad es ser madre. Todas las madres saben las luchas que se enfrentan al criar a los hijos. Es un arduo viaje que exige sacrificios, pero el mayor de ellos, no es la abnegación, pero sí el cuidado espiritual de los hijos, Sí, porque eso depende de su comunicación con el marido. Si el matrimonio está mal, ¿cómo la madre podrá pasar su fe para los hijos? A fin de cuentas, los padres son el espejo de los hijos. Por más que ellos le enseñen sobre el camino de la vida, sus comportamientos hablarán más alto. Si los hijos no ven las enseñanzas de los padres materializadas en sus propias vidas, ¿cómo los escucharán?
El apóstol Pablo escribió:
“… deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”. 2 Timoteo 1:4-5.
Vemos por lo tanto, que la fe de Timoteo venía de largos años. Él la heredó de la madre, que a su vez la heredó de su madre. Tanto Loida como Eunice fueron verdaderas mujeres de Dios, sabias en el cuidado de sus respectivas familias. ¡Y es justamente eso lo que el Espíritu Santo espera de Sus siervas!
Extraído del libro «Finas Joyas»