Diez vírgenes. Todas tenían un sueño: encontrarse con el Novio y llegar a la boda. Cinco de esas vírgenes pensaban que ese sueño se realizaría de forma natural, sin que hubiera necesidad del sacrificio, del esfuerzo en tener el aceite, por eso fueron llamadas locas. Un gran sueño que no se realizó, pues no quisieron pagar el precio.
A las otras cinco vírgenes, el Señor Jesús las llama prudentes, pues tuvieron la consciencia de que la realización de ese sueño de Dios solo era posible a través de la fe, por eso pagaron el precio, teniendo consigo el aceite.
El sueño de ellas se hizo realidad: se encontraron con el Novio y llegaron a la boda. No basta con encontrarse con el Novio, hay que llegar a la boda. Si hay un esfuerzo para encontrarse con el Novio, mucho mayor es el esfuerzo para casarse, y mayor aún es el esfuerzo para mantenerse casado con Él.
El espíritu es mostrarles a todos que para cualquier realización de sueños hay que pagar el precio, principalmente de este sueño, que es el más importante.
Cuando José llegó a la casa de Potifar, tenía 17 años. El día que se presentó a Faraón, ya tenía 30. Pasaron 13 años de dificultades, lágrimas, injusticias, dolores, humillación, y no por eso él renunció a ese sueño, que no dejó de realizarse, porque era un sueño dado por el Espíritu de la Fe. Todo lo que él pasó contribuyó para la realización de su sueño.