Cada vez que me preguntas si me gusta y hago algún tipo de tratamiento para la piel, si me gustaría hacer algún tipo de cirugía en el cuerpo, doy la misma respuesta:
No quiero abrir esa puerta.
No es que no me importe mi apariencia, no es que condene a quien le gustan esos artificios para mejorar la suya, pero para mí, los reflejos en el cabello, la planchita y el maquillaje son suficiente.
Si fuera a buscar defectos en mi aspecto, los voy a encontrar, ¡y muchos! Y eso es un peligro. Nunca lograremos la perfección ni ser la mujer más linda del mundo, entonces prefiero ser práctica… ¿para qué entrar en una competencia que no se puede ganar? Ese no es mi estilo.
Soy el tipo de persona que solo juega para ganar, solo compito para ganar, solo comienzo para terminar bien.
Cuando comienzas a querer corregir una cosa aquí, aparece otra allí, y al intentar corregirla, automáticamente, tendrás que corregir otra cosa más allá, porque ahora con aquella corrección que has hecho, si no haces una más, la transformación no queda armoniosa. Entonces, corriges algo más y de repente te deparas con un montón de defectos a ser corregidos y tu vida comienza a girar en torno de ellos… tu dinero, tu tiempo e incluso tu objetivo de vida.
¿Y cuál es el resultado final? Una persona con una apariencia totalmente diferente a quien has sido. Ya no te pareces más a ti y esa “mejoría” quita toda tu naturalidad. Algunas mujeres llegan a perder todas las expresiones faciales importantes, otras parecen plastificadas…
Prefiero quedarme con mis arruguitas, mi nariz para abajo, mis ojeras notorias, mis mejillas no tan acentuadas, mis labios finos, mis muslos un poquito grandes y mi celulitis escondida debajo de la ropa.
Sí, chicas, prefiero no abrir aquella puerta que me va a llevar a otras puertas y puede distanciarme de lo que más aprecio en esta vida, mi fe.
No puedo hablar por todas, sé que hay mujeres que logran no abrir otras puertas después del Botox, etc., más prefiero no abrir ninguna. Incluso porque estoy satisfecha con mis imperfecciones, jeje…ellas me recuerdan que mi interior necesita perfeccionarse cada vez más para que pueda compensarlas.