“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la Palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).
Uno de los pre-requisitos para que la Palabra sea eficaz en su vida es dejar de lado toda inmundicia y abundancia de maldad y no solo oír y memorizar, sino recibir con mansedumbre la Palabra implantada en nosotros.
Quien recibe con mansedumbre la Palabra obedece la Palabra. Quien recibe con mansedumbre la Palabra, guarda la Palabra y no se la olvida. Quien recibe con mansedumbre la Palabra le da importancia absoluta a la Palabra y de ella no se desvía.
Recibir con mansedumbre, no con arrogancia. No creyendo que sabe algo. Recibir con la disposición de niño que quiere aprender. Rechazando toda maldad, toda malicia. Recibiendo con mansedumbre la Palabra que viene de la boca de Dios.
Si la Palabra de Dios nos aconseja librarnos de toda inmundicia y abundancia de maldad, es porque es posible. Cuando usted nació, sus ojos eran puros, su entendimiento era limpio, pues no conocía nada. Después, con el transcurso de los años, la malicia entró a su corazón, haciéndole ver todo con ojos de maldad. Hoy, muchos ven todo con desconfianza, excepto lo que los medios de comunicación esparcen diariamente en nuestras casas. A eso, lamentablemente, lo reciben sin ningún filtro.
Librarse de la malicia es una elección consciente. Recibir, con mansedumbre, la Palabra implantada en nosotros, meditando, buscando el entendimiento del Espíritu Santo, es esencial para nuestra salvación. Esencial, pues la fe viene por la Palabra de Dios. Y sin fe nadie será salvo.
Comience a ejercitar conscientemente esto a partir de hoy y vea la diferencia en su vida.
(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo.