Me crié en una familia cristiana, aprendí a ser respetuoso y trabajador; era muy tranquilo, tenía miedo a las pandillas y a los narcotraficantes.
Pero pronto conocí el alcohol, entré en ese mundo de una manera tonta; comencé a fumar cigarrillos y frecuentaba discotecas. Una vez estaba en un bar bebiendo y un “amigo” me propuso inhalar un polvo blanco, me dijo que era sólo por diversión. Tuve curiosidad y decidí intentarlo.
A partir de entonces, empecé a consumir. Así me convertí en un adicto, además me involucré con gente equivocada hasta el punto de traficar y robar.
Hice sufrir mucho a mi familia. Una vez enfurecido inhalé tanto que no podía detenerme. En otra ocasión me ayudó mi hermana, ella me llevó al hospital por sobredosis; ahí me di cuenta de que moriría por las drogas.
Así llegué al Tratamiento para la Cura de los Vicios, perseverando dejé atrás esa vida llena de adicciones.
Hoy cuando paso por los lugares que frecuentaba no aparece más ese deseo de consumir. Por otra parte, me bauticé y recibí el Espíritu Santo.
Para los que piensan que no hay solución, les digo que se acerquen a Dios. Dejen a un lado a sus amigos que beben y se drogan, valoren a su familia, busquen de Dios. Él te puede ayudar.
•• Ezequiel Vicente