Al mes y medio de vida de mi hija fuimos a la primera consulta con el pediatra para mostrar el resultado de la prueba de talón, “examen en el que se recolectan gotas de sangre del talón del bebé para diagnosticar y prevenir el desarrollo de enfermedades genéticas o enfermedades metabólicas”.
Cuando nos dieron los resultados no pensábamos que era algo serio.
El médico dijo que mi hija tenía anemia de células falciformes, una enfermedad sanguínea incurable que afectaría su vida para siempre y que no se desarrollaría adecuadamente.
Cuando llegamos a casa, mi hija empezó a mostrar los primeros síntomas con hinchazón en todo el cuerpo. A pesar de estar medicada, lloraba de dolor y no sabíamos qué hacer.
Fue así que empecé a participar en la iglesia Universal, todos los martes, en favor de la sanidad de mi hija; fueron siete meses haciéndole exámenes y viendo que la cantidad de glóbulos rojos alterados en la sangre disminuía gradualmente. El médico dijo que Sabrina podía llevar una vida tranquila, pero yo quería su sanidad completa. Hasta que un examen mostró un 100% de normalidad. El médico pidió que se repitiera el examen y dijo: ‘Nunca vi esa enfermedad ser curada. ¿Cómo pudo haber sucedido esto?’ Respondí: ‘Fue la acción de Dios’.
Hoy mi hija tiene dos años y no tiene ningún problema. Ella es el testimonio vivo de que Dios existe.
•• Daniel y Deisi, junto a su hija.