Y tardándose el Esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el Esposo; salid a recibirle! Mateo 25:5,6
¿No será ese el clamor de aquellos que cuando Jesús vuelva se quedarán por sentir en la piel el dolor de haber rechazado un día la fe en Él? Usted puede imaginarse los aviones sin pilotos, los trenes sin maquinistas, los autos sin los choferes, un verdadero caos. Sumado a eso madres sin sus hijos, mujeres sin sus maridos, y viceversa, y parientes enterándose de que una parte de sus familiares desaparecieron. Con certeza, todos esos acontecimientos generan un clamor.
Se cree que las vírgenes locas eran de Dios por haber tenido la oportunidad de tener el aceite, pero la fuente se secó, y ellas no tuvieron el cuidado de mantener la fuente rebosando. Con el pasar del tiempo, se relajaron en la fe y la fuente se secó. Y ellas clamaron, y el clamor de ellas se unió a aquellos que habían rechazado a Jesús.
Por ejemplo, una señora, miembro de la iglesia, fue a visitar a un pariente que estaba en estado terminal en el hospital. Cuando le habló de Jesús a ese familiar, él le dijo, en el momento de la muerte, que no necesitaba a Jesús. Ella le dijo eso por la mañana, y a la tarde él murió. Rechazó a Jesús. Eso es triste, sin embargo, más triste aún es la persona que estuvo con Jesús un día, pero Lo rechazó, dándole la espalda para no seguirlo más.
Jesús nunca llamó locos a los incrédulos que Lo rechazaron. Sino que, a las cinco vírgenes que un día tuvieron el aceite y no se preocuparon por tenerlo siempre, a esas Jesús las llamó locas.