Todos mis problemas iniciaron desde antes de nacer, ya que mi madre intentó terminar el embarazo al tomar pastillas para desparasitar caballos. Por lo que nací prematuro, enfermizo y con la piel oscura. El tiempo pasó y crecí siendo despreciado, una amiga de mi madre, la convenció para que me diera en adopción.
Viviendo con mi madre adoptiva, una gran tragedia sucedió; -asesinaron a mi padre-, su muerte marcó la vida de ambos. La mujer fuerte que conocía cayó en depresión y en el vicio del alcohol.
A partir de ese momento empecé a vivir un infierno, ella se convirtió en una mujer agresiva, al extremo de golpearme fuerte. Ya para la edad de 15 años terminé en el mundo de las drogas consumiendo: marihuana, cocaína y alcohol. Los problemas continuaron ya que para conseguir las drogas, entre a una pandilla; esa era la clase de vida que estaba llevando. Por otra parte ya era padre de tres hijos, de los cuales solo uno estaba vivo.
Un amigo fue quien me hizo la invitación para participar en la Iglesia Universal. Al principio lo negaba rotundamente, pero su perseverancia y la curiosidad me llevó aceptar la invitación. Me tomó siete meses para tener un encuentro con Dios, pero perseverando fui aprendiendo a depositar mi vida en Sus Manos.
Aquí no solamente me liberé sino que encontré al Espíritu Santo.