Los que acompañan la saga del pueblo de Israel a través de la novela en Brasil “Los Diez Mandamientos” comparten conmigo el disgusto y el stress cuando aparece el personaje Coré, interpretado por el actor brasileño Victor Hugo.
Su maldad y fingimiento nos causan náuseas y quedamos en la expectativa de que algo malo pase en cualquier momento, para que él sufra las consecuencias de sus malas acciones. Pero, no es tan sencillo y rápido.
Sentimos angustia al ver que, la mayoría de las veces, el mal crea raíces, da sus frutos podridos y normalmente logra, por un tiempo, sus intentos.
Como seres humanos, hasta soportamos la idea de que existen personas perversas, pero no logramos admitir que ellas se queden impunes.
Nos enojamos al ver como Coré reacciona al hecho de haber sido elegido por el propio Dios para servirlo como levita, así como Moisés. Pero, cada uno hace sus elecciones, ¿verdad?
Moisés enfrentó a los corruptos de su generación y venció, es lo que vamos a ver pronto, pero los Corés siempre surgen a lo largo de las épocas para destilar su veneno. Hoy, por ejemplo, hay mucha gente cometiendo maldades y necesitan ser enfrentadas y vencidas.
Ese sentimiento de impunidad que sentimos cuando lo vemos en la TV es multiplicado a la milésima potencia en relación al que vemos en nuestro propio país. Contemplamos una justicia larga para los ricos y famosos, de manera que, en la mayoría de las veces, en lugar de punición por los crímenes cometidos, hay tolerancia y libertad. Mientras tanto, todo el rigor es aplicado a los más débiles. Con eso, vemos el derecho de justicia e igualdad a todos, garantizado por la Constitución, transformarse en limosna y propaganda de elecciones, y los recursos públicos llevados de cualquier manera. Realmente, es verdad que Brasil es riquísimo, pues hace décadas se roba incansablemente y todavía estamos aquí. Cojeando, pero todavía vivos.
El problema es que la corrupción no vive aislada, al contrario, está siempre a la caza de alguien que se corrompa. Y para ello, usa la codicia entrañada en lo íntimo de aquellos que no tienen principios, que desean cambiar rápidamente de clase social y status, tener poder y reconocimiento, tornarse presencia vip etc.
Sin embargo, por más que esas personas corruptas suban y alcancen los más altos puestos del poder y de la sociedad, no permanecerán allá para siempre. Creo que todavía hay hombres que no negocian con sus consciencias y están listos a punir, conforme la ley determina, a quienes insisten en romperlas.
Pero, si ellos no actuaren, creo en el Dios Altísimo que a Su tiempo actúa. Necesitamos entender que no es siempre que Él actúa de inmediato para castigar al culpable, pero eso no significa que los errores quedarán impunes. Dios da tiempo para que el culpable se arrepienta, pues, si Él ejecutase el juicio inmediatamente sobre todos los que pecasen, no quedaría una sola persona sobre la faz de la tierra. Pero, cuando ese juicio viene nadie escapa.
Así pues, no piensen los corruptos que quedarán ilesos todo el tiempo.