Tuve una infancia marcada por el sufrimiento, crecí en un hogar destruido, mi padre era alcohólico, usaba drogas y siempre nos maltrataba, también fui víctima de abuso sexual en varias ocasiones.
A los 14 años empecé a fumar, consumir drogas y bebidas alcohólicas. Cuando cumplí 19 años, mi madre falleció y caí en depresión, llegué al punto de desear la muerte. Con el paso del tiempo me involucré sentimentalmente con un hombre, tuvimos una hija, pero por causa de los maltratos me separé de él. Debido a los vicios que tenía, me involucraba cada día más en cosas ilícitas, algunas veces corrí el riesgo de ser detenida.
Por las noches no podía dormir, ya que veía bultos, tenía pesadillas y era atormentada por voces que me decían “mátate”. A pesar de todo el sufrimiento que vivía, Dios nunca me abandonó, Él me libró de muchos problemas pero por causa de mis malas decisiones las cosas en mi vida solo empeoraban, hasta que un día decidí acercarme a Dios y asistí a una Iglesia Universal, donde aprendí a usar mi fe y poco a poco Dios fue transformando mi vida, también comprendí que solo el Espíritu Santo podía darme una nueva vida. Hoy soy feliz, tengo una vida realizada.