Lo que hasta entonces parecía un sueño se convirtió en una pesadilla para Claudenice, de 36 años. Estaba embarazada de seis meses y descubrió que padecía el síndrome de Hellp. “Me aparecieron unas manchas en la espalda y, a través de una ecografía, averiguaron de qué se trataba. Al principio no entendía la gravedad de la enfermedad, pero el médico me advirtió que, además del niño, yo también corría un gran riesgo”, dice.
Fue hospitalizada para observación. Su estado de salud empeoraba cada día. “Empecé a hincharme y la presión me subía constantemente, por lo que tuvieron que adelantar la cesárea; cuando sacaron al bebé, comenzó a salir tanta sangre que los médicos tuvieron que poner toallas. Tuve dos paros cardíacos en la mesa de cirugía, me intubaron y permanecí allí con un corte en el vientre abierto durante tres días”, detalla.
Síndrome de Hellp: ¿QUÉ ES?
Es una complicación grave de la hipertensión arterial durante el embarazo. El síndrome de Hellp (Hemólisis, enzimas hepáticas elevadas, recuento bajo de plaquetas), generalmente se desarrolla antes de la semana 37 de embarazo, pero puede ocurrir poco después del parto. Muchas mujeres son diagnosticadas con preeclampsia anteriormente.
La cicatriz que tengo es la marca de mi victoria y supervivencia. Hoy estoy muy feliz de ser este milagro viviente.
Ya asistía a la Iglesia Universal y, desde que se enteró de la enfermedad, mantuvo la fe en que Dios se encargaría de todo. “Estaba en coma inducido, hinchada y siempre tenía problemas de presión arterial. Durante este período, mi madre siempre usó la fe ungiéndome”.
Sin reacción alguna, los médicos pensaron que era hora de apagar los dispositivos que la mantenían con vida. “No estaba reaccionando al tratamiento y querían apagar los aparatos, pero cuando mi mamá escuchó esto, se rebeló contra la situación y, en una oración en el baño del hospital, le pidió a Dios que me devolviera la salud», dice.
La familia no aceptó que se apagaran los aparatos y, a partir de esa oración, fue mejorando paulatinamente. Después de nueve días en coma, se despertó, lo que sorprendió a todos en el hospital.
“Fue un momento en que el hospital se detuvo. Los médicos no sabían lo que estaba pasando y venía gente de otros pisos para ver si era verdad y se asombraban”.
Al recobrar el conocimiento, supo que, lamentablemente, su bebé había muerto pocos días después de la cesárea. “Pero a través de mi fe y la experiencia que tuve con Dios a favor de mi sanidad, entendí que era Su voluntad en ese momento y recibí Su consuelo; muchos pensaron que caería en depresión, pero siempre me apoyé en Dios y hoy estoy más firme y fuerte. La cicatriz que tengo es la marca de mi victoria y supervivencia. Hoy estoy muy feliz de ser este milagro viviente”, concluye.
•• Sra. Claudenice María