Dios prueba a Abraham pidiéndole el sacrificio de Isaac (Génesis 22)
Introducción
¿Qué haría usted si Dios le dijera que Le ofreciese a su único hijo en sacrificio? La lección de hoy nos mostrará que esa realidad fue vivida por Abraham, el siervo de Dios. Estaremos evaluando los valores e implicaciones importantes que fueron vividos por el padre de la fe. Y cómo, de forma maravillosa, recibió la aprobación y la respuesta del Señor.
I – ¿Por qué Dios probó a Abraham de esa manera?
El propósito de Dios al poner a Abraham en esa prueba tan difícil fue el de aumentar la fe que tenía, proporcionándole una victoria mayor por intermedio de un conocimiento mayor de Dios y de Su plan. En ese proceso de prueba, Abraham tuvo la oportunidad de demostrar obediencia y de crecer espiritualmente. Dios quería ver el corazón de Abraham. Dios quiso comprobar si Abraham Lo amaba más que a su hijo Isaac y probar su fe respecto a la promesa de hacer de él una gran nación.
II – Posibles conflictos y cuestionamientos vividos por Abraham
1 – Un gran conflicto fue vivido por Abraham. Como padre, amaba al hijo Isaac. Sin embargo, como siervo del Señor, sabía que necesitaba obedecer;
2 – No había ninguna razón por parte de Dios que justificara tal pedido;
3 – ¿Cómo sacrificar al hijo ante la promesa de formar una gran nación a partir de él?
III – Obediencia inmediata
Aun sin entender el motivo de la orden de Dios, Abraham obedeció inmediatamente (v.3). Posiblemente, mientras caminaba rumbo al holocausto, un torbellino de pensamientos rondaban en la mente del padre Abraham. No obstante, por la fe, caminaba en obediencia al Señor.
IV – Abraham creyó que Dios resucitaría a su hijo Isaac (v.4, 5)
Al decirle a sus siervos: "Esperad aquí… y adoraremos, y volveremos a vosotros"(v.5), entendemos plenamente que Abraham creía que después de ofrecer al hijo en sacrificio al Señor, Él lo resucitaría, para que las promesas hechas por Dios anteriormente se cumpliesen. Ese fue el punto más alto de la fe de Abraham. Esa misma fe es vivida por aquellos que se rinden al Señor, aceptándolo como Salvador de sus vidas. (Ro 10:9, 10)