¿Cómo honrar a quien no asume responsabilidades, y no sirve de ejemplo para mi?
¿Cómo amar a quien solo critica todo lo que hago y vive diciéndome que no sirvo para nada?
¿Perdonar a quién me mintió, me abandonó, nunca me dio valor, eso es posible?
Hable con Dios acerca de quien al parecer quiere mi mal … y desear el bien para esa persona, sinceramente, cómo hacer eso sin ser hipócrita?
Este tipo de situación se ha convertido en algo común en el hogar, envolviendo a personas que deberían ser un modelo a seguir, el pilar. Lo que debería ser un lugar de contacto con el amor que protege, cuida, inspira, se ha convertido en un ambiente de trauma, decepciones. Hay un abuso de confianza y emergen los niños marcados por palabras hirientes y escenas de fuego que nunca debió presenciar.
Adultos que llevan consigo esas marcas, quieren ser libre de ellas, pero cuando escuchan sobre perdonar, honrar, vencer el mal con el bien, se ven con este enorme paquete de confusos sentimientos, y se aferran a el, hacen que el dolor, el odio y el engaño, sea su arma de defensa, e infelizmente terminan igualándose justamente con quien los hirió.
Para aquellos que están decididos a no tener más ese peso, aquí está lo que descubrí, situaciones en que las toneladas intentaban hundirme:
Honrar (padre y madre) es un m a n d a m i e n t o , independientemente de quiénes sean o cómo se comporten. Hay que darles la importancia, o el debido lugar que ellos debe ocupar en su vida – y Dios no abre excepciones si merecen o no ese lugar. Prestar la debida atención no significa seguir sus malos ejemplos. Es como un almuerzo familiar –imagine la escena, todos sentados en una mesa- usted da el lugar de honra, ofrece y sirve lo mejor que usted hace, pero no está obligado a comer lo que ella cocinó, o lo que ella come, si sabe que le hace daño.
Cuando decido cumplir/obedecer, quien gana vida soy yo, y mis días no serán cortos, ni tendré una vida sin sentido; más allá de la garantía que llegaré a la tierra que Dios me ha prometido y que lo contaré como un favor. Usted conquista con Dios su propio espacio, o su lugar/casa.
La misma regla se aplica a infinitos problemas que enfrentamos durante la vida; y esa lección debe comenzar dentro de casa: Cuando honro, perdono, oro, doy la otra mejilla, me someto, no elijo por quién hacerlo, lo hago porque creo en Quien me mandó ha hacerlo.
Y con toda sinceridad, la mayor beneficiada soy yo misma.