8° Día del Ayuno de Daniel
Oiga lo que el Espíritu les dice a los que creen:
Quien insiste en SENTIR para CREER va a morir descreyendo.
Fe es certeza, es convicción personal. Quien tiene fe obedece a la Palabra de Dios y aguarda.
No se lamenta, no reclama y, sobre todo, no se expone a cualquier preocupación para con los otros.
Cada vez que Le pedimos algo a Dios, según Su voluntad, y, al mismo tiempo, confesamos fracasos, es como si no creyésemos.
Peor: es como si creyésemos más en la fuerza del mal que en el Poder de Dios.
La acción de la Fe no busca sensibilizar a los demás y recoger sus sentimientos de pesar.
El Ayuno de Daniel es una acción de pura fe. ¡Quien se somete a ese Ayuno ya está manifestando la fe!
En vez de esbozar cualquier preocupación o miedo a los demás, ¿por qué no Le habla a Dios? ¡Eso es fe!
Enfrente los malos pensamientos, las dudas y los miedos, con la misma fe que ha sacrificado en este Ayuno.
¡Dude de las dudas!
Quien está sacrificando tiene el derecho de reclamarle a Dios el cumplimiento de Sus Promesas. ¡Eso es fe!
¿Acaso alguien alcanzó algo de Dios manifestando auto conmiseración? Lo dudo.
Sépanlo todos: el Ayuno de Daniel es solo el “comienzo de la excavación del pozo.”
Si alguien se queja mientras cava, ¡nunca encontrará el Agua Viva!
… mas el justo por su fe vivirá. Habacuc 2:4
Quiere decir: los que están en el Ayuno, quieran aceptarlo o no, ya están en la Fe. Ya comenzaron a cavar. A fin de cuentas, ¿quién comenzaría a cavar si no creyese que iba a encontrar Agua?
El Dios Eterno dijo:
Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a Mi alma.Hebreos 10:38
Retroceder significa volver atrás. Y los reclamos prueban la voluntad de desistir. Y al diablo le gusta. Y mucho.
Sin más lamentos, bla, bla, bla, o cosa parecida.
Acostúmbrese a hacer uso de las palabras de FE. Y, si realmente le gusta reclamar, lamentarse o indignarse, hágalo con el Mismo que prometió:
… y he aquí Yo estoy con vosotros todos los días. Mateo 28:20
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Comentarios:
Erika Priscila
Buen día Obispo
Estoy volviendo a la iglesia aproximadamente desde hace un mes. Siempre fui como usted dice, “una montaña rusa” en la fe, en un momento estoy firme y, como una ola que rompe en la playa, simplemente me voy y me aparto.
Sin embargo, esta vez, volví decidida a no irme nunca más. Pasé por un proceso de liberación complicado, porque creo que fui liberada este último viernes. Obispo, el jueves estaba orando en mi habitación, había sacado afuera todo lo que tenía dentro de mí, entregué mi futuro, mi pasado y mi presente al Espíritu Santo, estaba en total comunión. Le pedía al Espíritu de Dios que colocara en mi boca las palabras correctas para adorarlo, estaba en conexión con el Dios Padre. Fue cuando comencé a sentirme extremadamente mal, me transpiraban las manos, sentía un frio en el estómago, me temblaba el cuerpo y me palpitaba el corazón, sensación que generalmente tenemos en el proceso de liberación. La cosa fue tan intensa que me vi obligada a hacer una oración fuerte en medio de la búsqueda, porque pensé que iba a manifestar en mi habitación.
He andado en total rectitud, gasto mi vida en la FJU, busco siempre, leo la Biblia, hago la cadena de viernes, y siempre le digo al diablo que no hay nada que me acuse y me pese la conciencia delante de Dios. Si veo que hago algo malo para con el espíritu Santo trato inmediatamente de confesar, ¡porque no quiero ser acusada de nada en el momento en el que me ponga en Su presencia para adorarlo!
Obispo, por favor oriénteme, ¿cómo es posible que en medio de una búsqueda la haya pasado tan mal al punto de sentirme oprimida y tener esos síntomas? ¿Y cómo revertir eso? No estoy dándole más brecha al diablo y no acepto que este ayuno acabe sin que algo extraordinario suceda en mi vida.
¡Ayúdeme!
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Tamires Salino
Hola obispo, voy a compartir con todos mi testimonio glorioso.
Estoy en la Universal ya hace 8 años, fui levantada a obrera de la Casa del Señor hace 7, y puedo decirle que viví todo este tiempo engañada en mi vida con Dios. Llegué a la iglesia como muchos llegan: derrotada y en el fondo del pozo. Con solo 17 años, acababa de terminar una relación de 1 año por causa de traiciones por mi parte y la de él. Llegué a la iglesia vacía y triste, no resultaba bien con nadie. Participé de las reuniones y fui limpiándome de mí misma, hasta que comencé a darme más en la Obra de Dios. Fui al Grupo Joven y empecé a evangelizar, cuidaba la organización de la limpieza de la iglesia los sábados. Entré a las clases para candidatos a obreros y enseguida fui levantada a obrera. Pero había un detalle, obispo, yo no conocía a Dios de verdad.
Hasta hoy creía que era bautizada con el Espíritu Santo y no lo era. Obispo, mire el peligro que pasé en la Obra, yo no había cambiado de hecho y de verdad, estaba allí, vestida de uniforme pero vacía por dentro.
Conocí a un muchacho en la iglesia que había sido levantado a obrero primero que yo. Oramos y nos casamos y estamos juntos hasta hoy, pero a causa del ajetreo del día a día, nos olvidamos un poco de Dios y de Su obra. Mi vida se había tornado una mentira de allá para acá. Desde entonces vinieron varios Ayunos de Daniel. El primero lo hice correctamente, pero los otros los fui haciendo de cualquier manera. Obispo, en fin, era obrera pero estaba lejos de Dios. No teníamos ningún contacto con Él, oraba y Él no me respondía. Llamaba por Él y nada.
Pero tomé la decisión de hacer que este Ayuno valiera la pena.
Aun sabiendo que estaba mal hice un voto con Él de cambiar mi vida. Entré con todo en este Ayuno. Obispo, estoy haciendo todo correcto. Este miércoles tuve mi encuentro con Dios, fui sellada de verdad con el Espíritu Santo, fue algo maravilloso, no hay palabras para explicarlo.
Yo solo tengo que agradecerle a usted por ayudarnos con palabras, con oraciones, y por ser un escogido de Dios. Pues si no existiese en nuestras vidas este propósito que es el Ayuno de Daniel, yo nunca me hubiera enterado de que estaba vacía por dentro. Hoy ya comienzo a ver mi cambio, quiero ganar almas, cuidar a las personas, quiero que ellas tengan lo que yo tengo, la alegría y la paz. Hoy puedo decir ¡Ah, qué día!
Los otros Ayunos no los tomé en serio pero en este estoy dando mi vida y recibí la vida de Jesucristo dentro de mí.
Obispo, muchas gracias y que Dios lo bendiga mucho siempre.