Comencé a sentir malestar al comer, pensé que era algo sin importancia, sin embargo, varios meses después surgieron fuertes cólicos; renuncié al trabajo.
Me diagnosticaron úlcera cancerígena; ya no podían operarme porque era demasiado tarde, la enfermedad estaba muy avanzada.
Siempre me invitaban a la Iglesia pero no aceptaba. Cuando estuve en agonía y ya no podía levantarme, postrada en mi cama, una pregunta vino a mi mente: ¿qué esperas?, eso despertó mi fe; como pude me levanté y fui a la Iglesia.
Al tomar el Agua Consagrada, sentí alivio en mi alma y el dolor físico cesó.
Fui perseverante en la cadena de oración. Me realicé una nueva endoscopia y el médico se sorprendió, el milagro había sucedido, mi estómago estaba sanado totalmente.
•• Sra. Reseña Alvarado