Por causa de los problemas familiares que atravesaba, era una joven deprimida con pensamientos suicidas; llegué al punto de intentar matar a mis padres porque los odiaba. Para olvidarme de ese odio me refugié en mis amistades y en trabajos escolares, pero no lo logré, por eso empecé a planificar mi muerte y la de ellos, pero cuando llegó el día no tuve el valor de hacerlo.
El vacío que sentía dentro de mí era tan grande que me automutilaba; creía que así el dolor acabaría de una u otra manera.
Al llegar a la Iglesia Universal, comprendí que la única persona que podía llenar ese vacío era el Señor Jesús. Empecé a participar de las Reuniones de Liberación, a través de la fe, mi vida fue transformada, hoy soy feliz junto a mi familia, tengo paz y la confianza de que Dios está en el control de todo.