Comencé a sentir una rigidez inusual y mucho dolor en el vientre; me hicieron una ecografía, en la que se detectó un quiste. El médico le dijo a mi madre que tenía un tumor en el ovario, el cual era muy grave, ya que podía estallar.
Durante este complicado período, mi madre y mi abuela empezaron a participar de las reuniones en la Iglesia porque sólo Dios podía curarme, ellas sabían que para Dios no había nada imposible.
Al principio cuestioné a Dios, porque tenía miedo, pero mi madre siempre me dijo que confiara en Él, porque todo saldría bien, fue así que empecé a creer que Dios volvería posible, lo que para los médicos era imposible.
Necesitaban realizarme más de diez sesiones de quimioterapia para que el tratamiento llegará a su fin.
Mi fe en Dios me salvó, me dio fuerzas para resistir el tratamiento, fui curada y hoy llevo una vida sana y sin secuelas.
•• Srta. Layse Campos