“Conocí el sufrimiento muy joven, pues crecí sin padre y prácticamente sin madre, pues ella para traer comida a la casa salía a trabajar muy temprano y volvía muy tarde. Por todo esto tenía dentro de mí un vacío muy grande, estaba lleno de miedos y pensaba mucho en la muerte. Me acuerdo que en una ocasión, cuando tenía 6 años agarré una corbata y quería ahorcarme y de no haber sido porque mi tía apareció habría muerto. Me sentía inferior a los demás niños, por lo que empecé a hacerme amigo de personas de más edad que yo, jóvenes que estaban en los vicios y envueltos en cosas satánicas. Así comencé a escuchar música pesada “black metal”, era ese el tipo de música que me “tranquilizaba” en los momentos de soledad. Decidí por mí mismo ser un seguidor de Satanás. Cortaba mis manos para ver correr la sangre, y después la bebía. Fumaba y tomaba mucho con mis amigos. Mi madre sufría al verme en ese estado. Fue entonces que ella decidió luchar por mí en la Universal. Recuerdo que le decía: “Nadie va a cambiarme, yo soy así, ¡y así seré siempre!”.
Después de mucha perseverancia, ¡mi madre obtuvo la respuesta y yo cambié! Abandoné esa vida de tinieblas. Hoy soy una nueva persona, fui liberado de los vicios, de la atracción por el mal, de la depresión y del satanismo. ¡Mi mente y mis actitudes cambiaron completamente y mi familia hoy es una bendición! Por eso, yo puedo decir que la familia es un bien muy preciado que Dios nos dio”, afirma David.