Vivía enojado y molesto, mi esposa creció en un entorno de violencia y peleas en su hogar, por eso mi relación con ella era muy difícil, no comprendía sus necesidades, ella vivía siempre a la defensiva conmigo. Llegó un momento en que terminé golpeándola, ella llamó a la policía y me llevaron a la cárcel. Al poco tiempo tomó la decisión de abandonarme y se fue con mi hija a otro país. Para mí fue un golpe muy duro. Por haberlas perdido me sentí solo, fue entonces que decidí acercarme a Dios, y empecé a participar de las reuniones en la Iglesia Universal. Mis actitudes y mis pensamientos empezaron a cambiar, quienes me rodeaban veían en mí algo diferente.
Un día decidí hablar de nuevo con mi esposa, ella me perdonó, regresó y empezó a participar conmigo en las reuniones de la Iglesia Universal, en uno de esos días dieron una palabra que expresó todo lo que habíamos vivido, y ese mismo día aprendimos que la clave del éxito estaba en el Altar de Dios. Mi esposa y yo nos unimos a la fe del sacrificio y Dios nos mostró que estaba con nosotros. Nuestra entrega nos dio la mayor riqueza que existe en este mundo, El Espíritu Santo. Gracias al Espíritu de Dios y a las campañas de Israel hemos logrado aún muchas cosas más, conquistamos nuestra independencia financiera, carros, casa, una familia unida y bendiciones que jamás imaginamos tener.
“Si llegase a perder lo que tengo, se que mientras el ESPÍRITU SANTO esté conmigo, volveré a conquistar todo y será aún mejor.”
•• Sr. Carlos González