Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado el SEÑOR salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. 2 Reyes 5:1
Por debajo de la ropa de Naamán, del uniforme de un oficial de alto rango de las fuerzas armadas de la época, había un cuerpo leproso, pero estoy seguro de que pocas personas lo sabían.
Observando este pasaje, me viene a la mente la preocupación por algunos obreros que cargan debajo de su uniforme una lepra llamada "pecado no confesado", que está pudriéndolos de a poco: conformismo, malos ojos, hipocresía, mentira, prostitución, además de otros pecados que los vuelven leprosos.
En los versículos 11 y 12 del capítulo 5 de 2 Reyes, Naamán muestra una señal evidente del problema que cargaba dentro de su uniforme: el orgullo. Él sentía que era mejor que los demás y los menospreciaba. Hoy, cuando vemos a un obrero murmurando por los rincones de la iglesia contra los hombres de Dios, al igual que Naamán, enseguida detectamos su problema interior (lepra espiritual), ya que nunca está satisfecho con nada y se queja por todo lo que le es propuesto.
¿Cuál es el peligro mayor de esa lepra en la vida de un obrero o de uno de nosotros, los pastores y obispos?
En la época del Señor Jesús, los leprosos solo tenían dos opciones: humillarse delante de Él o morir apedreados.
Vino a Él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, Le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Marcos 1:40
Solo así su piel podría volver a ser como la de un niño, como le sucedió a Naamán.
En aquella época, si algún leproso era encontrado en la calle, era apedreado hasta la muerte. Hoy, obreros, todo lo que el diablo quiere es encontrar una piel leprosa dentro del uniforme de un obrero, pues no son pocos los compañeros entre los obreros, pastores y obispos, que fueron apedreados hasta la muerte (espiritual), porque no quisieron humillarse y pedir ayuda para que su piel fuese purificada como la de un niño. ¿Recuerda lo que Jesús dijo?
… De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Mateo 18:3
¡Tengamos cuidado! Verifiquemos cómo está nuestra piel dentro de nuestro traje y de nuestro uniforme.
¡Que Dios los bendiga!