Siempre me gustó estudiar y por eso obtuve mi título en la universidad, pero el tiempo fue pasando y me convertí en una profesional de “papel”, con un título colgado en la pared, todas las puertas estaban cerradas para mí. Yo quería salir adelante, como cualquier persona, pero no veía en qué dirección debía ir.
Siempre viví precariamente, con deudas, desempleada, dependiendo de todos. Así llegué a la Conferencia de la Nación de Campeones y todo aquello que un día critiqué empecé a prácticar, pues los mensajes de una fe racional e inteligente y toda la motivación que recibimos a través de los pastores, me enseñaron a ser una mujer emprendedora, luchadora, que se esfuerza para conquistar día a día la vida abundante que Dios prometió para los que creen en Él.