«He aquí, hoy pongo delante de vosotros una bendición y una maldición: la bendición, si escucháis los mandamientos del SEÑOR vuestro Dios que os ordeno hoy (…) Y acontecerá, que cuando el SEÑOR tu Dios te lleve a la tierra donde entras para poseerla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim y la maldición sobre el monte Ebal.» Deuteronomio 11:26,27,29
“Entonces edificó Josué un altar al SEÑOR, Dios de Israel, en el monte Ebal.” Josué 8:30
Dios inspiró a Moisés a hacer algo que quedaría marcado en la mente del pueblo de Israel para siempre. Inmediatamente, después de entrar en la Tierra Prometida, Josué debería reunir al pueblo en el valle que quedaba entre los montes Gerizim y Ebal y leerles a todos las bendiciones derivadas de la obediencia y las maldiciones derivadas de la desobediencia. Así el pueblo recibiría el derecho de elegir lo que quería para su vida – bendición o maldición.
Y así fue.
Tan pronto Josué entró en la Tierra Prometida, obedeció con criterio a lo que Moisés le había ordenado. Edicó un altar en el Monte Ebal (que era el monte de la maldición), pues solamente en el altar del sacricio las maldiciones pueden ser canceladas.
Nuestro Señor Jesús fue sacricado en el altar, para rescatarnos de todas las maldiciones.
Por eso quien todavía está viviendo bajo la maldición, es porque no está en Jesús.
Quien ya tiene el Espíritu Santo, ya Le entregó su vida al Señor Jesús y ha vivido en obediencia a Él, no está más bajo la maldición.
Puede enfrentar problemas como cualquier persona, pero no es más maldito.
Ya hizo su elección y, por eso tiene la convicción de que Díos está de su lado. Basta que siga en la obediencia y en la fe, que vencerá.
Por otro lado, existen personas que viven enfrentando una calamidad tras otra, personas que ven sus vidas estancadas, que luchan a brazo partido pero no ven una salida, es como si hubiera una maldición en sus vidas que no les permite concluir sus sueños y anhelos, para éstos aún hay tiempo para escoger a partir de ahora la BENDICIÓN.
Elegimos la bendición cuando decidimos vivir en la obediencia al Señor Jesús.
Esta actitud es una elección personal e individual, por eso nadie puede hacerla por otra persona. Se trata de una entrega sincera cien por ciento a Dios.
Amigo lector existen dos caminos en la vida de todo ser humano, el de la bendición o el de la maldición, y cabe a cada uno ejercer su propia fe.