Hoy voy a contarles la historia de una joven llamada Ester. Era huérfana, inmigrante, totalmente inexperta, y sola. Ella “tenía todas las papeletas” para ser rebelde, culpar a Dios y a todos a tu alrededor, pero no, ella fue una joven que temía a Dios.
Criada por su tío después de la muerte de sus padres, ella humildemente se presentó a él como a una hija. Pero en ese momento, el rey quería casarse de nuevo, y llamó a todas las vírgenes de su reino a su casa para elegir a una de ellas como reina.
Al ser ser llevada a palacio, Esther recibió todo nuevo. Ella era ese tipo de persona que te conquista rápidamente… Su belleza no era sólo una belleza física, al igual que las otras jóvenes en el harén y por eso fue elegida entre cientos para casarse con el rey.
Su belleza era diferente de las demás – era una belleza interior. ¿Sabe que significa eso? Cuando la joven tiene esa belleza interior, ella llama la atención. Pero no la atención por algo malo, y a diferencia de la atención que todas las demás jóvenes recibían, ella recibió una atención de admiración.
chicas, si queremos destacar, en vez de estar horas en el gimnasio machacándonos o gastar ríos de dinero con cirugías plásticas y tratamientos de eso y de aquello, trabajemos en nuestro interior.
Cualquier mujer puede ser bonita exteriormente, pero la mujer bonita de dentro para fuera es rara, esa sí, destaca. Hay un misterio por detrás de su mirada y eso cautiva a cualquiera.
Vamos a reflexionar sobre este versículo:
Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos , joyas de oro o vestidos lujosos,
Es decir, no es que sea malo que se arregle, pero el verdadero adorno no es el peinado, los accesorios, o los looks.
“…sino que sea el yo interno con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios.”
Cuántas mujeres lindas no se convierten en feas debido a comportamientos feos… mujeres nerviosas, respondonas, que insultan, causan malentendidos, pelean, son vengativas, gritan, son rebeldes, mandonas… !
“Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.”