Ustedes dicen: “¡Ya estamos cansados de todo esto! Malaquías 1:13
Meditando en el libro del profeta Malaquías, me vuelvo más admirador del mensaje que este libro nos trae. A pesar de que el Templo de Salomón haya sido reconstruido en aquella ocasión, la mayoría del pueblo de Israel y sus sacerdotes se corrompieron y comenzaron a presentar ofrendas – expresión de sus propias vidas – defectuosas y sin ninguna muestra de reverencia a Dios.
La reconstrucción del Templo ciertamente trajo mucha alegría para todos. Pero, con el paso del tiempo, todos fueron notando que el Templo terminó trayendo consigo una necesidad de santificación y obediencia mayor, que aquella generación nunca había vivido. Creo que Dios permitió la reconstrucción del Templo por ese motivo, pues realmente era para traer a Su pueblo más cerca de Él.
Al principio, fue todo muy especial, y ambos – Dios y Su pueblo – estaban recibiendo las honras debidas. El pueblo honraba a Dios con la obediencia expresada en los diezmos y ofrendas perfectas, y Dios honraba al pueblo con paz y prosperidad.
Fue entonces que, después de cierto tiempo, vino el problema: ¡el cansancio!
No fue un cansancio físico, sino espiritual. ¿Vio eso de devolver el diezmo de TODO, todo el tiempo, de ofrendar la ofrenda PERFECTA todo el tiempo e, incluso, de SER todo el tiempo el diezmo y la ofrenda puestos sobre la Mesa del Señor?
Lo que al principio – la era del primer amor y de la primera fe – era hecho sin reclamos, con pureza y alegría (Salmos 100:2), terminó convirtiéndose en un fardo pesadísimo.
La consecuencia se hizo visible: ¡diezmos no devueltos y ofrendas imperfectas!
Dios entonces reclama sobre la falta de consideración, de respeto y de inteligencia de Su pueblo, que terminó olvidando que el éxito que había alcanzado había venido de Dios, como honra por lo que había hecho correctamente en el pasado. Las honras de Dios ya no venían más, y el pueblo sufrió por eso.
Pensando en lo que lleva a una persona a «CANSARSE» de hacer lo correcto, de hacer lo que agrada a Dios y de hacer lo que trae la honra de Dios a su vida, llegué a la conclusión de que solo hay una razón para eso: ¡la falta de la Salvación en el corazón de la persona!
Si la persona es salva, y Salvación significa una vida para agradar y servir a Dios por toda la Eternidad o un tiempo sin fin, el real candidato a esta «Honra de las honras» debe sentirse un privilegiado por ser quien es y por hacer lo que hace para Dios, y hasta debe aspirar a tener más responsabilidades, mientras esté vivo.
Todo debe ser recibido con alegría y hecho en la fe de que con las responsabilidades vienen las condiciones. Concurrir a la iglesia, evangelizar, devolver el diezmo, ofrendar la ofrenda perfecta (siempre lo mejor – independientemente del valor), participar en las campañas de fe, perdonar, amar a todos (incluso a quienes nos odian) y obedecer a Dios siempre son cosas que no cansan a quien ya vive la Eternidad con Dios por la fe.
Y en la peor de las hipótesis, si aparece un «cansancio», la Palabra de Dios les dice a estos:
Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Isaías 40:29-31
¡¡¡Fuerza, compañeros!!!