Desde pequeña vi a mi madre trabajar por el sustento de la familia, cuando tenía 16 años perdimos la casa en la que vivíamos y aun así, mi mamá siempre actuó como una mujer de Dios. Llegué a tener contacto con todas las cosas de las cuales mi madre intentaba protegerme. Me convertí en bailarina, y me llamaban para hacer bailes sensuales.
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“Mi rutina estaba llena de: viajes internacionales, entrevistas y presentaciones. Conocí la prostitución, las drogas y en una ocasión después de inhalar cocaína, pensé que iba a morir, pues no paraba de sangrar por la naríz .
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El peor momento del día era al dormir; cuando el show terminaba, acudía a bailes para no quedarme sola, pero cuando llegaba a la casa, me sentía vacía. Nadie sabía lo que sucedía dentro de mi. Mi carrera iba bien, pero faltaba algo. Mi madre siempre me invitaba a la Iglesia Universal, un día terminé aceptando. Me quedé con ganas de volver y comencé a frecuentarla. Llegó un momento en el que tenía que ser sincera con Dios, quería volver a Él, pero no tenía fuerzas, la vida que llevaba era mi sustento, después de la Campaña de Israel escuché la voz de Dios diciéndome que nada me faltaría, entonces decidí dejar todo e hice pública mi decisión de cambiar de vida.
Ahora soy proveedora de ropa y calzado, tengo una tienda online con mi hermana. No tenía casa propia pero el año pasado, Dios me dio una. Abrí una dulcería y ahora no me falta nada. Ya no escucho voces, duermo bien y no tengo pesadillas. No cambio la paz que tengo por nada. Tengo el Espíritu Santo y sé que Dios está conmigo.
•• Thamires Bastos