Perdí a mi padre a los 10 años, eso me llevó a crecer inestable.
Me casé, construí una casa, pero después decidí venderla, fuimos a vivir de alquiler, pero estaba complicado vender la casa y cuando por fin lo conseguí, no nos daban el dinero, en ese tiempo mi esposa quedó embarazada y después de dar a luz ella entre en un profundo estado de depresión y perdió mucho peso.
Por otro lado, una vez que nos consignaron el dinero de la venta de la casa comenzamos a gastarlo hasta que llegó un tiempo en que nos quedamos sin nada, pedíamos los pañales para mi hija en la tienda.
Yo me sentía tan frustrado, pues creía en Dios, pero parecía que no era escuchado.
La situación era vergonzosa y humillante, llegué a un punto en que pensé que no podía seguir viviendo así, pues estaba con muchos pagos atrasados.
Recuerdo que por mucho tiempo vi el programa de la Iglesia Universal en la televisión y siempre pensaba: “un día voy a ir”, incluso muchas veces al pasar delante de la Iglesia no tenía valor para entrar.
En aquel tiempo llegué a sentir que estaba en el fondo del pozo, me sentía desesperado, le dije a mi esposa que ya no sabía qué hacer para cambiar esa situación y que no aguantaba más.
Un día estaba en la mesa contando unas monedas y pensaba: “qué situación tan humillante es la que estoy viviendo”. Esa noche prendí el televisor para ver el programa de la Iglesia y el pastor dijo: “si usted aguanta sufrir un poco más, quédese como está, nosotros no obligamos a nadie a tomar una actitud, pero si usted no aguanta sufrir más, levántese y venga a participar de una reunión aquí en la Iglesia Universal más cerca de su hogar”, eso me generó esperanza y al siguiente día fui.
El primer milagro que recibí luego de empezar a participar de las cadenas de oración fue la cura de mi hija, quien constantemente se enfermaba de cualquier cosa, luego vino la Campaña de Israel, y entré en ese desafío con Dios, lo primero que cambió fue en mi interior, yo comencé a tener paz y alegría y una certeza de que a partir de aquel día todo sería diferente, incluso pasé a ver la vida de otra manera.
Hoy mi vida ha cambiado, mi esposa fue liberada de la depresión, mi hija es una niña sana y con mucha energía, en mi hogar hay armonía, comprensión, respeto y amor. Aquella vida de humillaciones, fracasos, derrotas y vergüenzas quedó en el pasado.
Las puertas se abrieron, tenemos casa propia, vivimos en una zona residencial, no tenemos deudas y disfrutamos del confort y bienestar que una vida económicamente estable nos puede brindar, pero sobre todo el Espíritu Santo es nuestro pilar, nuestra base y Quien nos guía.
•• Jean Bueno Pinto