El sufrimiento en mi vida comenzó en mi infancia. Desde los 10 años de edad sufría de insomnio y tenía delirio de persecución; era una persona bipolar. Además de eso, a esa edad, comencé a robar – primero en mi casa, después afuera. Eso se transformó en un vicio para mí. Llegué a robar grandes cantidades de dinero. Era una joven agresiva. Con solo 10 años de edad, ya me sentía atraída por hombres más grandes.
A los 12 años comencé a fumar, a tomar y a prostituirme. También incitaba a mis amigas a que se prostituyeran. Me involucré en la brujería, sentía el deseo acabar con mi familia y tenía altares y santuarios para la muerte. La agresión hacia los demás aumentaba a cada día. Agredía a mis hermanos y a mí misma; me causaba heridas e intenté suicidarme en tres ocasiones. Realizaba rituales y pactos de sangre para ver sufrir a mis padres.
Tenía también problemas espirituales: escuchaba voces y sentía que una persona muerta se subía encima mío. Deseaba matarme, pero quería morir de manera cruel. Para lograrlo, cruzaba las calles o lo intentaba de alguna otra manera. Me fui de mi casa durante varios meses y me rebelé contra todo y todos. En la escuela, peleaba, agredía a las jóvenes y buscaba provocar pánico en los demás. Creía que el respeto se ganaba con a través del miedo.
Fue cuando mi mamá me llevó a la Universal. Entré planeando cómo matar al pastor o a los obreros. Me invitaron a participar de la Fuerza Joven y fui, pero con la intención de desintegrar el grupo, pero no lo logré. Cuanto más los atacaba, más me ayudaban y me mostraban que mi vida podía ser diferente. Hasta que un día tomé la decisión y Le entregué mi vida al Señor Jesús. Entonces me liberé completamente y mis pensamientos cambiaron. Las personas que me conocieron antes, ahora no me reconocen.
Amo a mi familia, soy una joven feliz. Ya no sufro con problemas espirituales y, en esta Hoguera Santa, Dios respondió mi petición: fui sellada por el Espíritu Santo.
Janeth – México
Vea cómo soy ahora…