Recuerdo que en mi infancia mi casa era un campo de batalla, los maltratos entre mis padres eran físicos y verbales, hasta que mi madre puso fin a la relación
Crecí sintiéndome frustrada, sola, vacía y triste. Con el paso de los años empecé a sufrir con artritis, fiebre reumática, los huesos me dolían demasiado. El médico me inyectaba, pero el dolor no cesaba, en las madrugadas me placía gritar de tanto dolor.
Después comencé a padecer con un problema en el útero y tenía que operarme.
Decidí concurrir a los brujos, en un intento, por encontrar una salida a tantos problemas, éstos me dijeron que había sido víctima de una trabajo de brujería, por lo cual me realizaron baños curativos, limpias con montes, esencias, pero parecía que todo era en vano. Pasé cinco años intentando salir adelante a pesar de las enfermedades y la miseria que vivía. Por momentos me deprimía y sólo quería llorar.
Una de esas noches de angustia vi el programa televisivo de la Iglesia Universal y decidí ir a una reunión, desde el momento en que coloqué mis pies en la Iglesia empecé a sentir una paz que nunca antes tuve. Después de recibir una oración los dolores desaparecieron. Con el tiempo entendí que Dios era el Único que podía transformar mi vida. En poco tiempo había sido curada, hasta el médico se sorprendió de los resultados de los nuevos exámenes, pues no tenía nada en el útero ni en los huesos. Dios abrió mi visión y me dio condiciones de emprender mi negocio propio, pero el mayor acontecimiento fue experimentar el bautismo con el Espíritu Santo, a partir de entonces supe que Dios estaría conmigo todo los días hasta el fin.
Quien desiste de sus sueños y objetivos, prueba que en realidad nunca creyó en su realización
La persona que quiere conquistar sus objetivos no puede ser un aventurero, pues un aventurero no es un conquistador. Quien se aventura a probar algo, apenas intentará conquistarlo. Sin embargo, quien cree de verdad en sus sueños, se diferencia por su determinación de llegar hasta las últimas consecuencias. Su naturaleza es idealista. Obstinado en su creencia. Perseverante en su fe. Firme y consistente en su posición. La muerte no le asusta. Está listo para sacrificar todo por aquello que cree. Quien cree obedece, es disciplinado. No siente pena de hacer lo que tiene que ser hecho. No se deja llevar por la opinión ajena. El Espíritu de Dios está en búsqueda de gente así.
Y ese es el espíritu transmitido a todos los concurrentes que asisten a la Concentración de Fe y Milagros, realizada todo los domingos por la mañana en todas las Iglesias Universal del país. Y por esa fe que hace que lo imposible suceda, es que la señora Isabel nos cuenta, a continuación, el motivo de salir de esta reunión muy feliz y motivada a seguir luchando.
“Padecía con fuertes dolores en las coyunturas de los huesos, pero aprendí a usar mi fe y ser perseverante. Cada domingo bebo el Agua Bendita y gracias a Dios el milagro sucedió, estoy libre de aquello dolores”, finaliza.