Durante 40 años, Moisés esperó la manifestación de Dios, pero no Lo buscó. Él trabajó durante cuatro largas décadas sin adquirir siquiera un rebaño propio, sin motivación, proyección o perspectivas.
Hasta que un día, él decidió direccionar su vida para el Monte Sinaí, el Altar del Dios vivo. La ardua subida hasta el monte despertó en Moisés un deseo de cambio. Después del encuentro con Dios, él descendió de aquel lugar con una nueva identidad, la identidad del Altísimo, que hizo de un simple pastor de ovejas el libertador de Israel.
Eso muestra que Dios no es indiferente al gemido u opresión de aquel que sube al Altar del sacrificio y se dispone a obedecer a Él, quedando así bajo Su dependencia.
Pero, finalmente, ¿por qué los Obispos de la Iglesia Universal subieron al Monte Sinaí en días pasados? Por el hecho de Dios haber escogido el Monte Sinaí para entregar en ese santo lugar los Diez Mandamientos a Moisés y, principalmente haber descendido de forma extraordinaria y maravillosa en respuesta al clamor de Su pueblo, a fin de librarlo de todo sufrimiento y dolor, se cree que el Monte Sinaí es un punto de encuentro entre Dios y el hombre en búsqueda del cambio que, a los ojos naturales, es imposible.
Y fue en este lugar sagrado que el obispo Macedo y más once Obispos llevaron los pedidos y clamaron en favor de todos aquellos que usaron la fe sobrenatural y entregaron sus vidas en el Altar, en búsqueda de las maravillas de Dios.
“Y Moisés escribió todas las palabras del Señor, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.” Éxodo 24:4
Basado en este texto bíblico el obispo Macedo dijo: “Estamos aquí para cobrar de Dios la respuesta de su pueblo, porque no es admisible que una persona que cree en Su Palabra y que pauta su vida en ella, viva una vida miserable, sin la abundancia prometida por el Altísimo en las Sagradas Escrituras”.
Los pedidos de los ecuatorianos presentaron sus vidas en el Altar también fueron llevados al Monte Sinaí y quemados en aquel lugar donde la Gloria de Dios descendió. Esa entrega sacrificial que probó fe del pueblo dejó la certeza absoluta, de que Dios no se olvidó de ellos.