Todo comenzó con unos exámenes de rutina realizados a mi hijo, Kaiky. Recibí una llamada de la clínica y me informaron que los análisis de sangre de él presentaban alteraciones. Fui al pediatra, quien confirmó que mi hijo tenía leucemia y corría el riesgo de morir. Nuevas pruebas en el hospital demostraron que tenía leucemia linfocítica aguda (LLA).
Comenzamos el tratamiento a toda prisa. Ya asistía a la Iglesia Universal y recuerdo que, ante ese diagnóstico, sólo podía pensar en Dios. El pastor me llamó y me transmitió una palabra de Fe: “Doña Alesandra, crea que esta enfermedad no es para la muerte, sino para la gloria de Dios”.
Participando los días martes de sanidad, hice un voto con Dios, no pedí la cura de mi hijo, sino que se lo entregué.
Dios no tardó en darme una respuesta, mi hijo recibió un tratamiento el cual tenía riesgos y efectos secundarios. Pero él aún necesitaría someterse al trasplante para deshacerse de la enfermedad. El donante era su padre, que era 50% compatible. El tratamiento duró diez meses hasta que se realizó el trasplante.
Nunca dudé de que todo saldría bien. Tuvo un postoperatorio sin problemas y no quedaron secuelas. Gracias a Dios, está curado.
•• Sra. Alesandra junto a su hijo