Y Yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se Lo pidan? Lucas 11:9-13
En otras palabras, si sus hijos les pidieran algo bueno, ¿les darían algo malo? Pues, ¿qué bien les haría una serpiente, o un escorpión o una piedra a sus hijos? ¡Ninguno! E incluso ustedes, siendo malos, no les darían lo malo a los suyos. Entonces, ¿cómo puede Dios, siendo bueno, darle algo malo a alguien que Le pide algo bueno?
Mucho más que un huevo, que un pan, que un pescado o cualquier cosa que el ser humano considere importante, Dios desea darle Su Espíritu. Porque nada ni nadie es más importante que el Espíritu Santo.
Lo que la persona debe hacer es buscar, pedir y llamar. Pues, ¿cómo puede la persona recibir si no pide? ¿Cómo puede encontrar si no busca o cómo puede tener la puerta abierta si no llama? Tenemos que hacer nuestra parte y Dios hará la de Él. La parte de los discípulos era esperar en Jerusalén, por otro lado la parte de Dios era revestirlos con el Poder de lo Alto.
He aquí, Yo enviaré la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de Poder desde lo Alto. Lucas 24:19