La duda genera más problemas de lo que usted se imagina. Lo confunde, lo aparta de Dios y también de sus objetivos. Una persona llena de dudas no logra hacer al cónyuge feliz, desempeñarse bien en su trabajo, creer en sí misma, en su prójimo y, muchas veces, en Dios.
Pero usted puede vencer a ese gran enemigo.